1930: La tragedia del tranvía 105 en el Puente Bosch, una herida en la memoria de Buenos Aires
La imagen de 1930 que muestra al tranvía 105 medio hundido siendo rescatado por una grúa bajo la atenta mirada de una multitud es un registro desgarrador de una de las mayores tragedias ferroviarias en la historia de Buenos Aires. Aquel día, el puente Bosch, que conecta los barrios de Barracas e Hipólito Yrigoyen (hoy Avellaneda), se convirtió en el escenario de un desastre que dejó 56 muertos y decenas de heridos, marcando para siempre la memoria colectiva de la ciudad.
El accidente ocurrió el 12 de julio de 1930, cuando el tranvía, repleto de pasajeros, intentó cruzar el puente giratorio sin percatarse de que este no estaba completamente cerrado, cayendo al Riachuelo desde una altura considerable. La escena, caótica y dramática, fue testigo de un despliegue improvisado de rescates mientras vecinos, trabajadores y bomberos intentaban salvar vidas con los recursos disponibles.
En la fotografía se aprecia el tranvía inclinado, parcialmente sumergido, mientras una grúa lucha por levantar su pesado armazón. Hombres sostienen cuerdas para estabilizar la maniobra, mientras otros, con el rostro marcado por la tensión, ayudan desde el agua o la orilla. Alrededor, una multitud se agolpa en el lugar, mezcla de curiosos y personas angustiadas buscando a sus seres queridos.
El accidente puso de relieve problemas en la infraestructura y la falta de controles en un momento de auge del transporte público. La ciudad de Buenos Aires, que crecía rápidamente, se apoyaba en tranvías, trenes y colectivos para conectar a sus habitantes, pero incidentes como este evidenciaban los riesgos de una red que no siempre contaba con los estándares de seguridad necesarios.
La tragedia del Puente Bosch dejó cicatrices profundas. En los días posteriores, se realizaron homenajes a las víctimas y se intensificaron las demandas ciudadanas para mejorar la seguridad en los puentes móviles y en el transporte público en general.
Hoy, esta imagen no solo documenta un suceso doloroso, sino que también nos recuerda la importancia de las lecciones que deja la historia. Cada una de esas personas alrededor del tranvía, sosteniendo sogas, observando con incredulidad o ayudando en el rescate, se convirtió en testigo de un capítulo sombrío, pero crucial, en el desarrollo de la ciudad.
El Puente Bosch sigue en pie, modernizado y funcional, como un recordatorio mudo de aquel trágico día de 1930, cuando un tranvía y sus pasajeros quedaron atrapados entre el progreso y la fragilidad de un sistema que aún estaba aprendiendo a sostenerse.